Profundamente decepcionado

Así es como me siento. Profundamente decepcionado. Veo como mi esfuerzo por mejorar, participar y representar estudiantes en vez de acabar redundando en provecho de todos, acaba por pasarme factura.

Te ganas la enemistad de quienes politizan con sus ideologías.

Te fallan las personas que te hacen promesas vacías olvidando su palabra dada.

Te dejan atrás por formalismos para beneficiar con ayudas a quienes no pueden compararse al trabajo que has realizado y te precede.

Al final, la persona en la que empiezas a confiar y a sentir afecto, alguien que pasa por un mal momento y tratas de demostrarle que estás ahí para sacarla de esa situación para hacerla sonreir, te acaba olvidando pegándote primero unas puñaladas a esa confianza mientras si te visto no me acuerdo de ti.

Quizás ya va siendo hora de que empiece a pensar en mi y no en los demás. De aceptar que soy un tipo con muy mala suerte en todo en esta vida, y que nadie realmente merece ni mi confianza, ni mi afecto y mucho menos todavía, mi fidelidad.

Este sistema no necesita tipos como yo. No es un ejercicio de autocompadecimiento, sencillamente la honestidad, el honor, la abnegación y el sacrificio, la honradez, la virtud, la nobleza… todo eso se ha desvanecido en estos aciagos tiempos y, yo, me siento desubicado. Este no es mi mundo.

Y cada día los demás me hacen saber que yo sobro. Debería pensar en hacer un ejercicio de ideación autolítica sobre mi existencia.

Al final la única que lo lamentaría es mi madre, porque es la única mujer que me ha demostrado la excepción que confirma la regla de que las hembras no valen nada. Y si algo valen, precio es el que pagan muchos por retozar con ellas en el catre.

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